La montaña rusa de la betaespera

Una vez transferidos los embriones te vas a casa con la esperanza de que en las próximas horas tu cacahuete encuentre el lugar adecuado del endometrio para anclarse y pasar los siguientes 9 meses. Y así empiezas la temida betaespera, ese periodo de tiempo que transcurre entre que finalizas un tratamiento de reproducción asistida y un test de embarazo en orina o sangre te certifica si estás o no embarazada.

Siempre me ha parecido que esos 10-15 días de espera son como ir a Port Aventura y subirse al Dragon Khan. Estás allí en la salida, muy feliz, esperanzada y, creyendo que esta vez el tratamiento va a funcionar. Empiezas a subir lentamente y el segundo día llegas a la cima convencidísima de que estás embarazada ¿cómo no vas a estarlo si te duelen los pechos, cabeza, estás cansada e incluso un poco mareada? y, ¿los cólicos? Segurísimo que esto significa que estás embarazada.

Y entonces viene la bajada en picado a toda velocidad cuando empiezan las primeras dudas para finalmente convencerte de que todos esos cambios que estás experimentando los produce la progesterona, esa hormona que te han recetado para favorecer la implantación.

Pero tras esta primera bajada llega una pequeña remontada pues has estado buscando en Google y los síntomas que tu tienes coinciden con los de otra chica que obtuvo resultado positivo. Y te preguntas ¿y, si compro un test? ¿será demasiado pronto para hacer uno?

Haces el test, si aparecen dos rayitas experimentas el mayor subidón de euforia de tu vida pero si permanece blanco nuclear te hundes en la miseria.

Llegas al final del trayecto, el día de la beta, bajas de la montaña rusa despeinada, medio mareada y psicológicamente agotada pues en poco tiempo has sufrido diversos altibajos emocionales con lo que vas a necesitar un buen descanso para recuperarte y quizás dentro de un tiempo volver a subirte a esta montaña rusa.

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